martes, 10 de abril de 2007

Monopolio latino

Artículo publicado en la revista Fox Sports, en marzo de 2007.
Por PABLO ARO GERALDES

Nunca el fútbol latino había sido tan protagonista de los festejos de selecciones y clubes, en mayores y juveniles. Alrededor del planeta, los jugadores de estas latitudes marcan la diferencia... y ganan todo.

A contramano del vértigo que impone el fútbol moderno, que se empecina en privilegiar el resultado antes que la estética del juego, la realidad indica que la fantasía y el ingenio son el mejor camino para el éxito. Sin vueltas: jugar bien es la mejor forma de ganar.
El repaso a los torneos más importantes del planeta deja una conclusión contundente y abrumadora en favor de este enunciado: están en manos latinas la Copa Mundial de la FIFA, los Mundiales Juveniles Sub 20 y Sub 17, la Champions League, la Copa UEFA, el Mundial de Clubes y la medalla de oro olímpica. Pero primero hay que aclarar: ¿a qué se llama latino, exactamente? El diccionario de la Real Academia Española no deja dudas: latino es aquel “natural de los pueblos de Europa y América en que se hablan lenguas derivadas del latín”. Grosso modo –hablando de latín–, se consideran latinos los países en los que se habla español, italiano, portugués y francés.
Desde sus inicios, la supremacía futbolística estuvo –lógicamente– en manos de los británicos, los creadores del juego. Pero el fútbol se expandió por el mundo y en las más diversas latitudes encontró millones de seguidores, entusiastas y fanáticos.
Con el correr de los años, el dominio pasó de manos inglesas al norte de Europa, con Alemania, Holanda y los países escandinavos como puntos más fuertes. Ellos dominaron el juego en las primeras décadas del Siglo XX.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, en la era de la “Guerra Fría” y la “Cortina de Hierro”, las naciones del este europeo marcaron su poderío: la Unión Soviética, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia y Alemania Oriental hicieron gala de su fútbol. A partir de los años ’80 empezó a emerger la frescura atractiva del fútbol africano mientras, al estilo europeo, se desarrollaban diferentes países de Asia, Oceanía y el Caribe de habla inglesa.
Siempre, paralelamente, fue creciendo el estilo latino. Tanto Italia, España, Francia y Portugal como América Latina (desde México a Argentina) aumentaron su presión sobre el resto del orbe, hasta convertirse en dominadores.
Es en la Copa del Mundo donde mejor puede compararse la evolución o el dominio de un estilo sobre el otro. Allí, con la excepción de la Copa de Italia 1990, desde 1978 hasta hoy el campeón es de origen latino. La locura de Kempes (Argentina ‘78), el grito de Tardelli (España ‘82) o las maravillas de Maradona (México ‘86) son una muestra. La movilidad del balón al ras del suelo, el cambio sorpresivo de ritmo y la vocación ofensiva son una marca registrada de los latinos, sean brasileños, franceses o argentinos. La fantasía es irrenunciable. Pero si en el pasado los jugadores de los países latinoamericanos eran contratados para sumar una plus de creatividad, hoy terminan siendo determinantes en las principales ligas de Europa y Asia.
Así siguieron marcando el ritmo en Estados Unidos ’94, con Romario a la cabeza de Brasil; Francia ’98, con la mejor versión de Zinedine Zidane y compañía; y en 2002, siguiendo las travesuras de Ronaldo. En Alemania 2006, la tendencia siguió a la par de los latinos europeos, con tres semifinalistas: Italia, Francia y Portugal. Y esta Copa Mundial confirmó varias situaciones. Solamente Inglaterra consiguió clasificarse en representación de los británicos y nuevamente naufragó en cuartos de final. Los países del este europeo tuvieron un triste rol y se despidieron en la fase inicial: Polonia, Serbia y Montenegro, la República Checa y Croacia. Solamente la debutante Ucrania pudo un poco más. Pero también es destacable la ausencia de Seleccionados poderosos de antaño como Rusia, Hungría, Bulgaria o Rumania. Su protagonismo se va diluyendo con el tiempo.
Africa siempre insinúa un progreso desde sus equipos juveniles, pero no termina de confirmarlo entre los mayores. Y Asia dio muestras de crecimiento, pero no todavía para disputarle el dominio a los latinos.
Entre los juveniles, la tendencia es aún más marcada. De 15 Campeonatos Mundiales Juveniles, los latinos ganaron 12 (Argentina 5, Brasil 4, Portugal 2 y España 1). Los argentinos, con Messi como abanderado, volvieron a ratificar su poderío en Holanda 2005. Y en el torneo disputado en Emiratos Arabes Unidos en 2003, los cuatro mejores fueron latinos: Brasil, España, Colombia y Argentina. ¿Casualidad? Estos mismo cuatro países se quedaron con los cuatro primeros puestos en el Campeonato Mundial Sub 17 de ese año, en Finlandia.
A propósito de la menor de las categorías de FIFA, allí se marcó claramente un cambio de rumbo. Se jugaron 11 y los equipos latinos ganaron los 5 últimos. El actual campeón es México, que en la final de Perú 2005 derrotó 3-0 a Brasil, lo que marca que el estilo latino no se limita a Sudamérica.
Algo similar ocurre en los Juegos Olímpicos. En Moscú 1980, con el boicot del bloque occidental, se vio la última escena del dominio soviético. En los seis Juegos que siguieron siempre hubo presencia latina en la final.
Si se repasa el historial de la Copa Confederaciones, desde que la disputan todos los campeones continentales siempre quedó en manos latinas: Brasil, México y Francia.
Entre los juveniles europeos, la tendencia latina también queda sellada en el historial. Desde que se estableció el actual formato, en 1986, el campeonato continental Sub 21 tuvo once ediciones, de las cuales siete tuvieron a una Selección latina en lo más alto del podio. Cinco copas fueron para Italia, dos para España y una para Francia. Curiosamente, Portugal, toda una potencia entre los juveniles, no llegó a conquistar este certamen.
La abrumadora supremacía latina se repite entre los Sub 18: en las últimas dos décadas, Francia festejó 5 veces, España 4 y Portugal 2. El resto de los torneos se los repartieron de a uno diversas naciones, incluidas las extintas Unión Soviética y Alemania Oriental.
Al repasar estos palmarés tan desparejos, queda claro que no se puede hablar de un “fútbol europeo”, es preciso diferenciar la escuela latina de la británica, la nórdica, la del bloque oriental, etcétera.

SANGRE Y TALENTO
Hasta aquí, el repaso se refirió a países. Pero entre los jugadores la presencia de los latinos es todavía más determinante en los equipos exitosos. 13 de los 16 “Jugadores del Año” elegidos por la FIFA fueron de países latinos, incluyendo todos desde 1996 a la fecha; Ronaldo, Zidane, Rivaldo, Figo, Ronaldinho y Cannavaro. La fantasía viene de los países latinos... y los goles también. Thierry Henry (Francia), Diego Forlán (Uruguay) y Luca Toni (Italia) ganaron las tres últimas botas de oro europeas.
Los futbolistas latinos –especialmente los de América– son determinantes en sus equipos. En el Barcelona que se quedó con la última Champions League brillaron Messi, Deco y Rafa Márquez (premiado por FOX SPORTS como el mejor futbolista latino en Europa). También se destacan en las más remotas latitudes: Jeonbuk Motors, el equipo coreano campeón de Asia, tenía su cerebro en el brasileño Botti y sus goles en su compatriota Zecarlo. En los egipcios de Al Ahly, campeones africanos, se destaca la conducción técnica del portugués Manuel José.
Otra manera de exportar la manera latina de jugar y vivir el fútbol es mediante la contratación de entrenadores. Selecciones de las más diversas geografías son conducidas por técnicos latinos, como Arabia Saudita (Marcos Paquetá, brasileño), Serbia (Javier Clemente, español), Tanzania (Marcio Máximo, brasileño) o Fiji (Carlos Buzzetti, uruguayo).

LATINO F.C.
Si se habla de fútbol a nivel de clubes, los latinos también marcan presencia en los campeonatos más importantes: los brasileños de Inter de Porto Alegre ganaron el Mundial de Clubes de la FIFA, en Japón, donde Sao Paulo había ganado la edición anterior (batiendo en la final al Liverpool inglés).
Entre los clubes, en el siglo XXI todas las finales de Champions League tuvieron al menos una presencia latina. La última definición sin sabor latino fue la de 1999, cuando Manchester United (Inglaterra) superó a Bayern Munich (Alemania) 2-1.
Para que el dominio sea completo, la Copa UEFA también quedó en manos latinas: el Sevilla español superó 4-0 al Middlesbrough inglés, en un cruce de estilos muy marcado. No dejaron nada para los demás.
En la comisión técnica de la FIFA hay dos prestigiosos ex futbolistas latinos: el peruano Teófilo Cubillas y el colombiano Francisco Maturana, ex entrenador de varios equipos nacionales. Cubillas (un fino jugador de los Mundiales 1970, 1978 y 1982) le encuentra una explicación al fenómeno de este monopolio: “El fútbol se vuelve cada vez más rápido, con más juego aéreo y vertical. Pero los latinos ponen la pausa, esa que no se encuentra en futbolistas de cualquier latitud. Ellos hacen la diferencia que termina siendo ganadora”. Maturana tiene una opinión similar: “Todo es muy rápido, como en una autopista. Pero el fútbol, antes que con los pies, se juega con la cabeza. Y para pensar hay que detener el balón, pisarlo, llevarlo junto al césped, tratarlo bien. En este rubro, no hay duda de que los latinos son los mejores”.
Incluso dentro de Sudamérica se vio en los últimos años un crecimiento de “nuevas” naciones, como Ecuador, que llegó a las Copas Mundiales 2002 y 2006, y Venezuela, que cada temporada juega mejor.
Todos crecen, por aquí y por allá. Los británicos son los maestros; los nórdicos y los del este de Europa ponen su poderío físico. Africa aporta fantasía y cada vez más conciencia táctica, lo mismo que los países árabes, con gran presencia de entrenadores sudamericanos. Asia también sube escalones. Pero el mundo de este deporte tiene un claro dominador. Aunque el fútbol es un invento inglés, hoy el balón tiene acento latino.

1 comentario:

La Nadie dijo...

con respecto a este post, (por cierto, muy bueno) recuerdo una frase: "el fútbol europeo nunca será mejor que el americano, desde que sigan contratando delanteros latinos"... eso dice mucho, es muy buena esa frase...

saludos!