sábado, 18 de octubre de 2008

Romario: Carnaval toda la vida

Romario es uno de los jugadores más grandes que Brasil le dio al mundo del fútbol. Sus éxitos deportivos van de la mano con una vida excéntrica y plagada de excesos. Sin embargo, el Chapulín está a un paso de llegar a los mil goles.

Artículo publicado en la revista Fox Sports, en abril de 2006.
Por PABLO ARO GERALDES


Para un brasileño es imposible jugar al fútbol sin divertirse. Y cuando siente placer al trasladar el balón, esa sensación seguramente se transmitirá a los espectadores. Dentro de esta raza de privilegiados que viven el fútbol como una fiesta está el interminable Romario, 40 años, símbolo del Vasco da Gama y de Río de Janeiro todo, una mezcla exitosa de talento, alegría, playa y carnaval… en resumen: el fútbol verdeamarelo.

Su vida transitó siempre los carriles del disfrute, y no solamente en el campo de juego. Pero también anduvo por las cornisas del escándalo y el protagonismo a ultranza.

Nació con sólo 1,800 kg, “entraba en una caja de zapatos” recuerda su madre Manuela. Vivió una infancia en la favela Jacarezinho. Su casilla no tenía luz ni agua pero sí una ventanita, desde la que todas las noches miraba al firmamento. Dice un proverbio brasileño: “siempre hay una estrella para todo aquel que sabe mirar al cielo”. Lo deseó con ganas y lo tuvo, su primer regalo fue un balón.

Sub alimentado, cayó en una alcantarilla corriendo tras su pelota. No sabía nadar y lo salvó un tío. Desde entonces, una amiga de la familia lo llevó todas las noches a cenar a su casa. El baixinho empezó a crecer.

Edevair, su padre, tenía problemas con la bebida, pero trabajaba duramente para que no faltara nada. Y sobre todo, le permitía a Romario jugar hasta las 8 de la noche. Después se mudaron a Vila da Penha, donde papá fundó un club, Estrelinha. Ahí todos posaron sus ojos sobre el pequeño. El crack no olvidó un consejo de su padre: “‘cuanto más cerca estés del arco, más goles marcarás’, me decía. Sigo recordándolo en medio de los partidos y funciona”. “La manera en que ese chico llevaba y protegía la pelota, su visión de juego, su ubicación y sobre todo sus arranques en velocidad auguraban un futuro enorme”, explicaba Paulo Ferreira, el hombre que se jacta de haberlo descubierto.

Gran parte de su adolescencia la pasó en el 343, el bus que unía Vila da Penha con Sao Januario: cinco entrenamientos semanales. Pero faltaba muy seguido: “Nunca me gustó entrenar, sólo jugar”. Empezaron las multas. Intempestivo, contestaba de mala manera a los técnicos.

Pero los consejos de papá surtieron efecto y los goles empezaron a sumarse. Cuando se quiso dar cuenta, era campeón carioca con la camiseta del Vasco. Era el comienzo de una carrera brillante, también la mudanza al elegante barrio de Jacarepaguá, en una casa con ocho habitaciones. Para alegría de sus padres y sus hermanos Ronaldo y Zoraida. El brillo encandilaba, pero seguía en foco con sus orígenes: nunca dijo no a un partido benéfico. “Vengo de la favela, conozco la miseria, sé lo que es el sacrificio. Quiero devolver un poco de todo lo que me he dado”, explica.

Los escándalos
En 1985 lo llamaron a la selección juvenil para el Mundial de la Unión Soviética. Pero fue sorprendido tratando de intimar con dos lindas gatinhas y lo excluyeron del plantel.

Ya era profesional y el dinero empezaba a acumularse: auto y moto, también largos cabellos, surf, samba, noches en Sunshake, el boliche top de Río por entonces… Su guardarropa era una tienda. Gasta mucho, pero también invierte. Sonríe y protesta: es un divo. “Quiero ser reconocido como el delantero brasileño más grande de todos los tiempos”, le respondió a un periodista que quería conocer su meta.
En 1988 se casó con Monica de Santoro de Carvalho, una bella modelo de la burguesía carioca. La boda se hizo en una cancha. “decidimos tener once niños, un equipo de Romarios”.

Su vida alegre no es secreto. “Soy ciento por ciento infiel, me defino como un mujeriego por excelencia y, en mi apogeo de promiscuidad, llegué a acostarme con tres mujeres distintas el mismo día”, confesó. Sus fiestas y orgías son conocidas, hasta lo confesó. Sin embargo, la bomba explotó cuando involucró a sus compañeros del plantel campeón el Mundial ‘94. Dijo que llevaba mujeres a las concentraciones del hotel: “Puse a más de una adentro de la concentración. No me acuerdo cuántas fueron”. Y el cuerpo técnico reaccionó. Mario Zagallo, DT del plantel que consiguiera el tetracampeonato acusó: “No tiene dignidad moral ni responsabilidad. Es inadmisible que haya ocurrido en un Mundial”.

Los entrenadores son el blanco preferido de sus ataques, especialmente
Lazaroni, quien lo comandó en el Vasco y la selección: “solamente convoca a sus amigos, se cree que la selección es la seguridad social”. Disgustado con el juego del Scratch hasta 1992, rechazo la convocatoria para un partido contra Alemania a menos que le garantizaran la titularidad. Hizo un boicot, pero lo terminó para el partido con Uruguay en el Maracaná, decisivo para la eliminatoria 1994. Brasil ganó 2-0 con dos tantos suyos. “Esta tarde Dios nos envió a Romario”, dijo Carlos Alberto Parreira, el DT.

Tras su etapa europea se peleó con su amigo Edmundo; golpeó a sus compañeros Andrei, en Fluminense, y Savio, en Flamengo. También le pegó a un hincha que protestaba en un entrenamiento. Se sintió traicionado por Zico y Zagallo cuando éstos no lo llevaron al Mundial ‘98 y se distanció de Scolari, quien inicialmente lo había convocado como capitán, aunque luego lo sacó del conjunto que terminaría con la Copa en 2002.

En apuros
En mayo de 1994, justo antes del Mundial, secuestraron a su padre y el delantero renunció a participar. Todo el país se movilizó y los secuestradores -que pedían 7 millones de dólares- lo liberaron sin más. Desde entonces, nunca más salió sin custodia.

Le compró un bar y lo llamó “Roma Rio”. En 1994 papá hizo una promesa: “si Brasil gana el Mundial, me tomaré todo lo que exista para beber sobre la Tierra”. Cuando su hijo llegó desde Estados Unidos portando la Copa, Edevair explicó que él era “un hombre de palabra” y recorrió las copas de caipirinha, cerveza, cachaça, con muchos etcéteras.

Romario también fue vinculado con Bem-te-vi, uno de los más peligrosos narcotraficantes de Río. Una llamada interceptada por la policía delató el vínculo. “Fui invitado a una fiesta de amigos. Allí me lo presentaron, eso no es ningún delito”. Sin embargo, la acusación es más grave: un taxista detenido lo señaló como el mensajero de Bem-te-vi, acusado de manejar el tráfico de drogas en la favela de Rocinha, el barrio marginal más grande de Latinoamérica, con un millón de habitantes.

Los problemas con la Justicia siguieron. En 2004 pasó seis horas detenido por no pagar la pensión de alimentos a sus hijos. Había sido denunciado por su ex esposa Monica Santoro por una deuda de alrededor de 17.000 dólares por concepto de la manutención.

Más allá de los tribunales, sus escandaletes ganaban páginas de diarios.
En 1999 fue despedido de Flamengo tras ser sorprendido en una discoteca horas antes de que el equipo perdiese un partido clave en la liga nacional. Al año siguiente, de vuelta en Vasco, fanáticos lo acusaron de hinchar por el Flamengo argumentando que no celebraba los goles que marcaba a ese equipo. Romario les respondió con gestos obscenos cada vez que hacía goles y éstos se vengaron no alentando ni aplaudiendo.

Este verano, el goleador tuvo nuevamente permiso para entrenar menos que sus compañeros y faltar para ir al carnaval. La ausencia de la práctica no lo afectó: hizo tres goles al día siguiente en la derrota de Vasco por 5-3 ante Botafogo. “Me acosté a las 4 am y anoté tres goles, así funciona mi cuerpo”, acotó. 
Es verdad, su cuerpo funciona diferente, hasta para tener hijos. Estaba por nacer Ivy, su sexta hija, cuando contó: “me sometí a una vasectomía pero un año antes dejé cinco tubos congeladitos... No quiero más hijos, pero mañana, si cambio de idea...”.

Por los mil
En los 7 años iniciales en Vasco da Gama, en 5 fue goleador y las otras dos quedó segundo a un tanto del goleador. “En cada gol siento una sensación similar al orgasmo”, una frase que ya se volvió lugar común, pero cierta.

El 23 de mayo de 1987 debutó en la selección ante Irlanda, en Dublín. Perdió 0-1 peor tuvo revancha 5 días después, en Helsinki, cuando marcó su primer gol, en la victoria 3-2 sobre Finlandia. En 1988 fue goleador olímpico, en Seúl. En 1989 marcó el gol de la victoria ante Uruguay y Brasil ganó la Copa América después de 40 años.

Johan Cruyff: “Es el único jugador que conozco capaz de regatear en un metro cuadrado”. Romario ya había alcanzado, en 2001, la marca de artillero más viejo del Campeonato Brasileño. En ese entonces, tenía 35 años de edad y marcó 21 goles. En 2005 superó su propia marca.

Esta es una hazaña que nadie alcanzó a mi edad” dijo y se entusiasmó al ver la estadística: le faltaban apenas unos sesenta goles para los mil. “La FIFA ya oficializó mi marca, ahora quiero los mil”. Y empezó a sumar, aunque sea con un equipo de Angola que pasaba la pretemporada cerca de las playas cariocas. “A Pelé le contaron hasta los goles del servicio militar y los del día que demolieron Wembley ¿Por qué mis goles contra equipos de segunda y tercera no valen?”, se quejó. En su proyecto “Romario, mil goles”, el club le pidió a sus jugadores con pases para que pueda cumplir su sueño”., pero su indiscipline tuvo un límite.

Nadie está en contra de Romario, pero no puede hacer la gran Bin Laden y desaparecer” de los entrenamientos, graficó el DT Renato Gaúcho. “En este momento puede ser que el propio Romario esté en contra de sí mismo”, agregó. Dejó de ser el intocable de San Januario cuando criticó públicamente al equipo.
La solución se llamó Miami FC, equipo de la United League Soccer, la segunda división americana. Está ligado a capitales brasileños, todos amigos de Rosario. Allí, con presión cero, seguirá sumando festejos en busca de su marca personal.“Dicen que la vida empieza a los 40. Soy feliz, tengo una gran familia y el 90 por ciento de lo que puede dar el fútbol ya lo conseguí. Ahora quiero este nuevo record”. Mientras todos se preparan para el Mundial, la cabeza de Romario se fijó en ese número de cuatro cifras.


1 comentario:

piterino dijo...

Recuerdo que escribí sobre Romario hará cosa de año y medio cuando fichó por un equipo australiano ...
Me maravillaba en el PSV y me emocionó en su primer año en el Barça. Uno se estremece al pensar en lo que habría sido capaz de hacer de haber sido un buen profesional y haberse cuidado como Dios manda ...

Saludos.